El problema con las páginas que ponen puntuaciones a películas, series y videojuegos

En la era digital, las puntuaciones lo son todo. Basta con entrar a sitios como IMDb, Rotten Tomatoes o Metacritic para ver cómo una película o videojuego puede ser “juzgado” en segundos con solo un número o un porcentaje.
Y aunque en teoría estas plataformas fueron creadas para orientar al público, hoy se han convertido en un arma de doble filo: influyen más en la percepción que en la experiencia real.

El poder de un número

Cuando una película recibe un 90% en Rotten Tomatoes o un 8,5 en IMDb, automáticamente pensamos que es buena. Si tiene un 40%, la descartamos sin pensarlo dos veces.
El problema es que esas cifras no siempre reflejan lo que la obra realmente ofrece, sino una mezcla de opiniones, expectativas y a veces incluso manipulación.

Por ejemplo, muchas películas reciben reseñas negativas antes de su estreno, simplemente por temas de agenda, ideología o fandoms divididos. En los videojuegos, ocurre algo similar: títulos como The Last of Us Part II o Cyberpunk 2077 fueron bombardeados con críticas negativas el mismo día de lanzamiento, incluso por personas que ni los habían jugado completos.

El fenómeno del “review bombing”

Uno de los grandes problemas actuales es el review bombing, cuando grupos organizados deciden llenar de críticas negativas (o positivas) un producto por razones externas al contenido.
Puede ser por una decisión creativa, la presencia de cierto actor, una actualización impopular o incluso por temas políticos.
El resultado: las puntuaciones bajan drásticamente y el público se deja llevar por la ola sin analizar por sí mismo.

Esto genera una especie de “efecto dominó”. Muchos usuarios, al ver una mala puntuación, ni siquiera dan una oportunidad al contenido.
Así, una película o serie puede morir mediáticamente antes de que la gente la vea.

La pérdida del criterio personal

El gran peligro de las puntuaciones es que han reemplazado la opinión propia.
Antes, una persona veía un tráiler, leía una sinopsis y decidía por intuición si algo le interesaba. Hoy, antes de ver una película o jugar algo, la mayoría revisa las estrellas o el “Metascore”.

Esto puede parecer práctico, pero también nos vuelve menos curiosos.
Nos acostumbramos a que otros decidan por nosotros qué vale la pena.
Y eso es lo contrario del espíritu del cine o los videojuegos: descubrir, sentir y experimentar por cuenta propia.

La ilusión del consenso

Rotten Tomatoes, por ejemplo, no mide si una película es excelente o mediocre, sino el porcentaje de críticos que la califican como “positiva”.
Eso significa que una película con 90% puede tener un montón de reseñas que la consideran “apenas buena”, mientras que una con 60% puede tener opiniones mucho más apasionadas, pero divididas.

El número final da la ilusión de consenso, pero en realidad solo muestra cuántas personas estuvieron “más o menos satisfechas”.
No mide la profundidad, el impacto o la innovación, solo la aceptación general.
Y esa aceptación muchas veces está condicionada por modas o narrativas del momento.

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Las redes amplifican el problema

Las redes sociales han convertido las puntuaciones en armas.
Cuando una serie o película se estrena, los primeros en opinar (con o sin fundamentos) dominan el algoritmo.
Un tuit viral o una reseña extrema puede definir la conversación completa.

Esto afecta incluso a los creadores, que muchas veces terminan adaptando sus proyectos para complacer las tendencias y no tanto para contar la historia que querían contar.
El miedo a las malas puntuaciones se vuelve un freno creativo.

Recuperar la mirada personal

Es cierto que los números ayudan a tener una idea general, pero no deberían ser el único criterio.
Una película puede ser mal puntuada y aún así ser una experiencia inolvidable para quien la vea en el momento adecuado.
El arte no se mide en porcentajes.

La próxima vez que veas una película o juegues algo, intenta hacerlo sin mirar las puntuaciones antes.
Pregúntate:

  • ¿Qué te hizo sentir?
  • ¿Qué te hizo pensar?
  • ¿Qué te quedó después de verla o jugarla?

Ahí está el verdadero valor de la experiencia, no en una cifra arbitraria.

Los críticos también son humanos

Hay que recordar que los críticos, aunque profesionales, también tienen gustos, prejuicios y contextos.
Una película que a un crítico le parece aburrida puede resonar profundamente en otra persona.
Y eso está bien.

El problema es cuando la crítica profesional se vuelve una guía definitiva y el público deja de formar su propia opinión.
El cine, las series y los videojuegos son formas de expresión subjetivas, y reducirlas a un número es ignorar esa naturaleza.

En busca de una nueva forma de valorar

Tal vez el futuro no sea eliminar las puntuaciones, sino entenderlas como una referencia, no como una sentencia.
Internet necesita menos “esto es bueno o malo” y más “esto puede gustarte si te interesa tal cosa”.
En lugar de números, podríamos fomentar conversaciones: ¿por qué una película funciona para unos y no para otros?

Porque al final, lo que importa no es si algo tiene un 10 o un 6, sino si logró conectar contigo.

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